La Prensa. (San Antonio, Tex.), Vol. 1, No. 44, Ed. 1 Thursday, December 11, 1913 Page: 3 of 8
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LA GACELA.
Estaba una gacela descuidada
mirando silenciosa y complaciente
en el azul espejo de una fuente
su propia y bella imágen reflejada
Cuando una mano oculta en la enramada
le arrojó un dardo tan certeramente
aue tembló la gacela y de repente
desplomóse en el agua ensangrentada.
Igual que la gacela me ha ocurrido
cuando en vuestras pupilas me miraba
y estaba más tranquilo v descuidado
mortal saeta el corazón me ha herido
¡Y era señora que el smor andaba
en vuestros negros ojos emboscado!
francisco VILLAESPESA.
EL CABALLO.
Soy el bruto más noble. Mi pasado
Hálo escrito en sus páginas la historia
En mi dorso incansable yo he llevado
Muchos héroes al triunfo y a la Gloria.
La leyenda también me ha eternizado
Pues si no se equivoca mi memoria
Fui el Pegaso magnífico y alado
De Perseo que se ungió con la victoria.
No pretendo alabarme; pero el Arte
Siempre ha sido propicio a mi figura
Y en los bronces y mármoles perdura.
Soy aliado valiente del dios Marte;
Me seduce el fragor de la metralla
Y enloquezco de gozo en la batalla.
RUBÉN DAPJO.
EL JUEZ Y EL DIABLO.
CUENTO GERMANO.
En cierta ciudad de Alemania
vivía un hombre llamado Seh
; warz poseedor de muchos cofres
llenos de oro v plata; pero era
tan duro con los pobres tan vi
i cioso tan malo que la gente se
admiraba de que la tierra no se
¡ hubiera abierto para tragarlo.'
Este hombre ejercía las nobles |
! funciones de juez y en este no
: ble cargo cometía toda especie de i
• iniquidades.
Una mañana al .salir para sus(
viñas en el camino se encontró i
; con el diablo vestido como un
señor. Schwarz le hizo un gran |
saludo y preguntóle políticamen
te quién era y de dónde venía.
—Mejor sería—respondió el ele
fante desconocido—que no con
testara a su pregunta.
—Pero yo quiero que respon
dáis—replicó el juez—y es nece
I sario que os decidáis a hacerlo.
Soy todopoderoso y nadie se atre
ve a resistirme. Puedo al instan
te si me conviene hacer que va
yáis a prisión y que os impongan
un castigo.
—Si es así respondió el desco
nocido-cedo a vuestra curiosi
dad. ¿Me preguntáis quien soy?
Sabedlo: soy el diablo.
—¡Hum!—dijo el juez—¿que
vienes a hacer aquí?
—Hoy es día de mercado en
vuestra ciudad. Vengo a tomar
! lo que seriamente me den.
— Bien dijo el juez—has tu ne
gocio. No tengo ningún deseo
de impedírtelo. Pero quiero a
• compañarte para ver lo que te
darán.
—Mejor sería que no asistieras
a ese espectáculo.
Quiero ver como tomas lo que
te dan. Lo quiero aunque me
costase la vida.
—¡Y bien vamos!
Los dos se dirigieron a la plaza
• del mercado donde había mucha
• gente que compraba y vendía.
> Todos se inclinaban inmediata
' mente ante el temido juez y su
> compañero.
! Schwarz se hizo traer dos va
! sos de vino y presentó uno al dia
; blo. diciéndole:
;j te lo doy!
jr: diablo rehusó sabiendo que
■1 no se 1° ^ranca^nente.
i Cerda e'los PaS(^una a^eana
1 conduc\en"° una vaca Que' tiran"
. do del cf'rdel corr la de derecha a
izquierda y fatigaba de tal mane
ra a la pobre mujer que en un
acceso de cólera exclamó:
- Picaro animal que el diablo
te lleve.
—¿Oyes?—dijo el juez a su in
fernal compañero—toma esa va-1
ca.
—No—dijo el diablo—no es da-(
da seriamente. Si la tomo esta;
mujer lo sentiría por mucho tiem
po.
Un poco más lejos una madre!
reprendía a su hijo viéndole re- ¡
belde a la lección v exclamó con!
acento de desesperación:
—Que el diablo te lleve.
—Este—dijo el juez—es un ni
ño que te dan. Tómalo.
—No respondió el diablo—no
me lo dan seriamente. Si lo to
mara esta desgraciada madre no
cesaría de llorar.
Schwarz y su compañero con
tinuaron caminando en medio de
la multitud. Encontraron dos e
brios que disputaban con furor.
Uno de ello? despuós de haber
; colmado de injurias a su antago
nista le dijo: "Lo único que de
seo es que el diablo te lleve."
— Toma ese robusto mozo—dijo
el juez—ya vez como te lo dan.
—¡ Ah! — dijo el diablo—el que
parece dármelo lo estima mucho.
En este momento la cólera v la
embriaguez lo ciegan. Si llegara
a perderlo tendría un profundo
pesar.
En este momento una pobre
vieja cuya cara pálida flaca a
nunciaba profundo dolor se de
tuvo ante el juez y le dijo:
—¡Que te vengan todas las des
gracias! Tú eres rico yo soy po
bre y me has quitado la vaca que
era mi único recurso. Ne te ha
bía hecho ningún mal y me has
reducido sin piedad al último gra
do de miseria. Unvoco la justi
cia del cielo! Le pido que casti
gue tus iniquidades. Le pido que
el diablo te lleve en cuerpo y al
ma a los profundos infiernos.
¡Ah! esta vez—dijo el diablo di
rigiéndose al juez—se ha dicho
una palabra sincera se ha mani
festado un deseo que parte del
corazón.
Y al decir estas palabras tomó
del pescuezo con sus garras al
juez y desapareció en seguida.
X. X. X.
LOS CHAQUETEROS.
Con los cambios de temperatu
ra y de situaciones políticas ha
habido personas que para lo pri
mero varíen completamente de
indumentaria y para lo segundo
se concreten a voltearse la cha
queta.
En los primeros tiempos de la
Administración huertista no fal
taron gentes sin pudor que se hi
cieran luego luego a la c rgada
esperando sacar con Huerta la
tripa de mal año con la interven
ción de algunos de sus menistros;
pero caídos éstos porque Huerta
cambia tanto de menistros como
de calcetines y perdida la espe
ranza de sacar una tajada del pre
supuesto; furiosamente azotada
la nave del gobierno por los re
molinos revolucionarios y por los
1 vientos del Norte esas gentes
que han visto que ya les llega la
lumbre a los aparejos y rabiosas
por aquello de la tajada frustra
da han encontrado cómodo vol
tearse la chaqueta para que el
desastre cuando llegue los en
cuentre listos a seguir enarcando
los lomos ante los nuevos mando
nes y eso si hay esperanza de
i extraerles los tecolines.
Estos cambio? o volteadas de
! chaqueta son cosa que causa risa:
! un porfirista convertido al made
rismo un maderista convertido
al felicismo o un huertista que
se acuesta soñando a don Victo
riano con la aureola del triunfo
sobre la frente y se levanta ca
rrancista por mor de cualquier
telegrama que recibe a la media
noche en el que encuentra el fa
tídico letrero: Lasciate ogni spe
ranza son bichos capaces de ha
cer desternillar de risa al mismí
simo Caballo de Troya. El cha
quetero no puede ser considerado
como hombre ni puede jamás to
mársele a lo serio: es lisa llana
clara precisa inalterablemente
chaquetero. La vergüenza es mer
cancía que no se fabricó para él
pues con él solo rifa la convenien
cia el descaro y otras cositas que
como las anteriores dan al feliz
que las posee un crédito más fir
me que un soldado mexicano
cuando está de centinela.
Es de sabios cambiar de opi
nión dice un refrán muy conoci
do pero solo aplicable a ciertas
cosas. Ejemplo: cuando se está
en un error y se llega al conven
cimiento de ello: pero en materia
política cambiar de opinión se
llama cambinr de chaqueta salvo
el caso de que al maromear se
explique honradamente el porqué
de la maroma pues de lo contra
rio tal hecho solo acarrea des
prestigio al que lo comete.
Yo conozco individuos para quie
j nes Huerta cuando daba espe
ranzas de algo brillante y sonan
i ie era bizarro patriota denoda
do insigne tremendamente invic
to despampanantemente colosal
espantosamente egregio: y hoy
cuando no se le puede sacar nada
porque nada tiene o nada quiere
dar es anti-politico ilimitada
mente codicioso y torpe. A es
tos cambios de frente ocasiona
dos por esperanzas fallidas y pre
sididos por una desfachatez sin
límites no se les puede llamar sa
bios. Los que los ejecutan solo
son acreedores a este título:
CHAQUETEROS.
Este cura que ha sabido siem
pre dar a cada quisque el chorizo
que le corresponde; que nunca ha
tenido la debilidad de asomarse
a las rejas del huertismo ni de
darse un volteón por los campos
del carrancismo ni de asistir a
i un banquete de fritada humana
de los que acostumbran los gene
I ralísimos Zapata y Pancho Villa
aspirantes a la mano enflaqueci
da y blanca de doña Leonor Pre
sidencia de Huerta detesta odia
; aborrece reniega de los chaque
teros de los que se voltean cuan
do la ven perdida de les que ab
juran de su credo político por
¡ simple cuestión de intereses. Por
Aristas furibundos que cuando
las fanfarrias del maderismo a -
nunciaron la estrepitosa caída del
régimen de don Porfirio cayeron
al maderismo; maderistas que al
triunfo del cuartelazo de la Ciu
dadela se sintieron felicistas; •
huertistas que al oler la caída del
ídolo que ayer incensaron o al
ver que nada útil pueden sacar de
la labor que han emprendido vol
tean las espaldas al que creyeron
poder explotar y medrosamente
van acercándose al carrancismo
que para ellos fué bandidaje en
días no lejanos o tratan de resu
! citar el cadáver del felicismo no
son porfiristas ni maderistas ni
felicistas ni huertistas ni ca
rrancistas; son chaqueteros cha
queteros y chaqueteros.
Si Huerta cae y el carrancismo
sube los chaqueteros de cierta
especie quedaránse a la luna de .
Valencia pero eso sí con toda
clase de merecimientos; y si
Huerta se sostiene en el poder a
pesar de los discursos de Mister
Wilson y de las balas de los revo
lucionarios los chaqueteros los
que por la redondez de la luna la
confundieron con el queso ten
drán que llorar con lagrimones
del tamaño de sus desventuras y
resignarse a quedar en el fan
dango como el perro de las dos
tortas.
Y a fe que muy merecidamen
te. por su para voltear
chaqueta.
PIPO.
El Ahorro.
El ahorro comenzó con la civi
lización. Principió cuando los
hombres se vieron en la necesidad
de proveer para el día de maña
na lo mismo que para el de hoy.
í Comenzó muchísimo antes que
' fuera inventado el dinero.
El ahorro significa la economía
j privada. Comprende la econo
! mía doméstica el orden y el ma
; nejo de una familia.
Mientras que la economía pri
vada tiende a crear y promover
¡ el bienestar de los individuos el
; objeto que se propone la econo
mía política es crear y aumentar
| la riqueza de las naciones.
La riqueza privada y la públi
! ca tienen un mismo origen. La
riqueza se obtiene con el trabajo
se conserva con los ahorros y las
acumulaciones y se aumenta con
la diligencia y la perseverancia.
Los ahorros de los individuos
forman la riqueza—en otras pa
labras—el bienestar de toda na
ción. Por otra parte el despilfa
rro ocasiona el empobrecimiento
de los Estados. De manera que
toda la persona ahorradora puede
ser considerada como un bienhe
chor público y toda persona pró
diga como un enemigo oúblico.
La economía no es un instinto
natural sino producto de la ex
periencia. del ejemplo y de lapre
i visión. Es también consecuencia
de la educación y de la inteligen
cia. Sólo cuando los hombres
llegan a ser sabios y prudentes
se hacen frugales. De ahí que el
j mejor medio para hacer previso
res a los hombres y a las muje
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no olvide hacer constar que vio el
: anuncio en la prensa.
. \ ú .. A
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Lozano, Ignacio E. La Prensa. (San Antonio, Tex.), Vol. 1, No. 44, Ed. 1 Thursday, December 11, 1913, newspaper, December 11, 1913; (https://texashistory.unt.edu/ark:/67531/metapth1067293/m1/3/: accessed July 16, 2024), University of North Texas Libraries, The Portal to Texas History, https://texashistory.unt.edu; .