Diogenes (McAllen, Tex.), Vol. 2, No. 79, Ed. 1 Saturday, July 7, 1923 Page: 3 of 4
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DIÓGENES
ECOS DE UNA FIESTA
Trazde Arqui:. Leído por su Autor en la Gran Te-
nida Blanca Solsticial Celebrada por la Resp:.
Log:. Benito Juárez No. 13, del Or:. de
Faífurrias, Texas
Señoras, Señores, Queridos Her-
manos
Existe entre los profanos la
creencia errónea e injusta de
que la Masonería a la cual tengo
la honra de pertenecer, es una
institución de herejes, de hom-
bres sin conciencia y sin reli-
gión que, cual temibles icono-
clastas, sólo desean el derrum-
bamiento de los ídolos que adora
y venera la humanidad creyente.
Eso está fuera de la realidad,
de los fines para los cuales fue
creada tan augusta institución,
pues sólo nos concretamos a se-
ñalar a nuestros iniciados la luz
de la verdad, el camino de per-
fección, y eso, basados en ense-
ñanzas filosóficas irrefutables,
pero dejando intacta su concien-
cia para que sin prejuicios y de
acuerdo con su inteligencia, eli-
jan el sendero que les dicten la
razón y el entendimiento, la lógi-
ca y la ciencia.
La naturaleza con sus leyes in-
mutables, es el libro grandioso
que nos da su inspiración, y
contemplándola llegamos a la
conclusión lógica de la importan-
cia de nuestras doctrinas, sin
acudir a sofistnas, a dictados
dogmáticos, a la fuerza que da el
terror de lo‘desconocido, y mucho
menos apoyándonos en esa edu-
cación absurda, impuesta por
hipócritas protervos, que con fi-
nes puramente personales y mez-
quinos, mantiene a la humanidad
bajo el yugo nefasto del más 0“-
dioso obscurantismo.
No imponemos credos religio-
sos, por eso los respetamos to-
dos; pero atentos siempre a
nuestro deber, combatimos el
fanatismo bajo todas sus formas,
porque quien dice fanatismo di-
ce ignorancia, y ese es el azote
más grande de la humanidad.
La caridad, rico filón para a-
quellos que quieren deslumbrar
con aparatos oropelescos y con-
mover los corazones de los cré-
dulos, es en nosotros una virtud,
y cuando la ejercemos no espe-
ramos recompensa, no pedimos
la notoriedad y el rédame, por-
que lo hacemos como un deber
de humanidad, como un acto de
conciencia, sin llegar al alma del
que sufre para preguntarle si
cree en tal o cual credo; nos bas-
ta saber que sufre y es nuestro
hermano.
La Masonería es una gran es-
cuela filosófica y el que llega a
ella animado de buena voluntad
y busca en su simbolismo gran-
dioso la solución de sus dudas,
no sufre un desengaño, antes
bien, hace frente a la vida segu-
ro del triunfo, llevando en su ce-
rebro y en su corazón el caudal
luminoso de la verdad científica.
La intolerancia, fruto del fana-
tismo y de la ignorancia, no vive
en nuestros templos; ahí la liber-
tad de pensar es un hecho, una
bella realidad; por lo tanto, en
lugar de autómatas que se guíen
por absurdas nociones antiquísi-
mas, son hombres libres, seres
pensantes que sin preocupacio-
nes dogmáticas, adoran la ver-
dad, odiando la hipocresía y el
sofisma.
Ataques infundados se nos di-
rigen desde la sacristía y el pul-
pito, que por venir de los labios
de aquellos que se titulan divi-
nos, se van a incrustrar en el co-
razón de los tímidos, de las al-
mas sencillas, y como el senti-
miento religioso es de los más
sutiles y lo inculcan desde la
más tierna edad, el odio y el
rencor hacen presas a esas
almas, y de labios que no quie-
ren pecar, brotan calumnias y
ataques que nos golpean sin he-
rirnos porque estamos cumplien-
do con un deber sagrado, con
una misión humanitaria, de esas
que como las águilas y los cón-
dores sólo anidan en las almas
superiores, donde no llegan nun-
ca el odio sectario y las pasiones
mezquinas de los hombres.
El Código Masónico es el do-
cumento más sabio de la tierra,
una página bella y luminosa, don-
de con caracteres de oro, se ha
escrito el conjunto más sublime
de máximas filosóficas.
Seguidme con paciencia y des-
pués que hayáis escuchado de
mis labios esas máximas gran-
LA VAGABUNDA
Especial para DIOGENES
diosas, no dudo que comprende
réis al fin que no somos malos,
que amamos la virtud y la cari-
dad, y sobre todo, que somos li-
bres, amantes del estudio y de
la cultura:
Adora al Gran Arquitecto del
Universo.
Sirve yprotge a tus herma-
nos como si fueran tus hermanos
por naturaleza.
“Ama a tu prójimo.
“Haz el bien por el amor al
bien mismo.
‘Conserva tu alma pura, para
que pueda presentarse a toda
hora delante de Dios indigna de
reproche.
“Ama a los buenos, compade-
ce a los débiles; huye de los mal-
vados, mas no odies a nadie.
“Habla respetuosamente a los
grandes; prudentemente a tus
iguales; sinceramente a tus ami-
gos y con ternura a los pobres.
No adules jamás a tu herma-
no, porque es una traición, y si
tu hermano te adula, desconfía,
note corrompa.
“Escucha siempre la voz de tu
conciencia.
Sé el padre de los pobres;
cada suspiro que tu dureza Jes
arranque será una maldición que
caerá sobre tu cabeza.
“Respeta al extranjero y al
viajero, porque su posición los
hace sagrados para tí.
Evita las disputas, prevee los
insultos poniendo la razón de por
medio.
“Respeta a las mujeres: jamás
abuses de su dibilidad y muere
antes de deshonrarlas.
“Si el Gran Arquitecto del
Universo te da un hijo, dale las
gracias, pero tiembla por el de-
pósito que te confía, porque en
lo de adelante tú serás para ese
niño la imagen de Dios.
Haz que hasta los diez años
te tema; hasta los veinte te ame, ej tiempo,
y hasta la muerte te respete.
“Hasta los diez años sé su
maestro, hasta los veinte su pa-
dre y hasta la muerte su amigo.
“Enséñale antes buenos prin-
cipios y después bellas maneras;
que te deba una doctrina escla-
recida mejor que una frívola ele-
gancia. Que sea mejor un hom-
bre honrado que no un hombre
hábil.
“Lee y aprovecha. Ve e imita.
Reflexiona y trabaja, y que todo
redunde en beneficio de tus
hermanos, para tu propia utili-
dad.
“Sé siempre contento para to-
do, con todos y de todo.
“Jamás juzgues ligeramente
las acciones de los hombres, per-
donándolas o condenándolas.
“Dios es el que sondea nuestros
corazones, es él sólo quien pue-
de apreciar su obra.”
He ahí nuestro Código, el mis-
mo que domina nuestra vida y
dirige nuestras acciones. Aho-
ra bien, decidme, ¿podremos en-
tonces ser seres de maldad, he-
rejes sin conciencia y sin amor?
¿O creéis a caso-que para ser
bueno hay que vivir en perpetua
oración, puesto de hinojos en las
aras de un altar, ante un ídolo
puesto allí por la ambición de un
hombre?
La virtud para ser grande de-
be ser espontánea; la caridad pa-
ra ser noble debe formar parte
de nuestro ser, debe ser el sen-
timiento libre de un corazón ge-
neroso y practicarse por el amor
al bien mismo, sin esperar re-
compensa, aliviando el dolor y el
sufrimiento.
Cristo por redimir al mundo y
predicar el amor y la bondad,
murió sacrificado en el Gólgota
por la intolerancia y la estulticia;
pero sus doctrinas viven, sus pa-
rábolas sublimes van sembrando
aún el amor por el desierto de la
vida, y la Masonería a semejanza
de Cristo, el maestro egregio, lu
chará incansable y con denuedo
en contra del error y el obscu-
rantismo, y aunque encontremos
otro Calvario los que ostentamos
en el pecho la escuadra y el com-
pás, seremos los fundadores de
esa doctrina hermosa que tiene
por basamento la libertad y por
cúspide la ciencia experimental,
salvadora del mundo.
El camino es escabroso; larga,
muy larga, la jornada; pero per-
Era casi la media noche, salía
del teatro, cuando, anda que an-
da—bella noche—acertaron mis
piés a dar en la plázuela limitada
en sus- costados opuestos por la
Gatedral y las oficinas del Gobier-
no.
La historia es triste y ayuna
pompas. Se parece a la historia
de muchas almas sinceras como
yo.
Y a la entrada de aquella casa
donde tiene su trono el Altísimo,
yo vi un montón informe, deshe-
chos en saco viejo, una bolsa de
desperdicios, de basura, de esco-
ria. .... Me detuve, algo se mueve,
sí, una mano, luego un pié, ¿Qué
será? La curiosidad me impulsa y
me guía; al fin Quedé frente a fren-
te a aQuel andrajo; era un ser hu-
mano. Una anciana envuelta en
harapos.
Le interrogo: Señora... Señorita.
—No tenga usted cuidado, no
tema, acérQuese. Yo soy una va-
gabunda, envejecida y maltrecha
Que fue en la primavera de su vida
una estrella. Guando las músicas
interiores eran orQuestas y coros
de ángeles Que halagaban mi feli-
cidad, fui cantante y las palmas
regaron de suave rocío el huerto
de mi alma; muchas manos rendi-
das acariciaron el ideal Que dormía
en mis pupilas, muchas palabras
tan dulces y tan apasionadas can-
taron a mis oídos el retorno de los
elogios, y cuántas promesas y Qué
de juramentos en aras de mi belle-
za.
Seguíle preguntando. Señora
Señorita...... .
—Mas el vendabal siempre ace-
cha la felicidad. Y tan recio fué
el azote, Que del tablado luminoso
de la gloria donde rimaba ternezas
para mi orgullo, fui a la peregrina-
ción de las llagas, del llanto inter-
minable, de la desdicha y del aisla-
miento doloroso.
Seguí interrumpiendo a la va-
gabunda. Señora....... Señorita
—Errante día y noche, igual Que
las aves fatídicas, busco los sitios
sombríos y solitarios para el des-
canso de mis huesos doloridos por
Pero, el egoísmo ha
puesto mucho orgullo en mi alma
y por eso, solamente soy artista
para mí. Guando nadie me escu-
cha, vuelvo a cantar, y reviven
entonces mis entumidas piernas y
marcan el ritmo de los bailes que
alfombraron de flores mis piés.
Llena de curiosidad seguí inte-
rrogándola: Señora..... Señorita.....
Y la vagabunda envejecida y mal-
trecha, se incorporó en un báculo
Que traía consigo, mientras tara-
reaba con voz casi de ultratumba
una canción del recuerdo, y taco-
neaba una tonadilla inQuietante.
Allá en el firmamento titilaba la
última estrella Que enviaba un ra-
yo de luz sobre su frente de ocre
antiguo a profundas rayas de dolor
y de miseria.
Me despedí de ella así: Seño-
ra...... Señorita..... Y la casa del
Altísimo, inconmovible, hermética
mente cerrada, permanecía siem
pre silenciosa y sombría...... Allá a
lo lejos volví por última vez la ca-
ra hacia el sitio donde Quedaba
aQuel andrajo humano, aQuella es-
coria Que en la primavera, de su
vida fue cantante y hoy había des-
cendido a la triste condición de
vagabunda.....
INCOGNITA.
Tampico, Junio de 1923.
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lo tanto, sin oír a la jauría que
se debate en el último esfuerzo,
combatiremos en nuestros tem
píos, lucharemos en el campo de
pensamiento hasta ver triunfar
las ideas redentoras y luminosas
de nuestra augusta institución,
y yo, quizá el último de ellos,
gustoso le doy mi pluma, que
aunque es humilde, nunca se ha
manchado con la calumnia y la
mentira, y siempre ha estado al
servicio de la libertad.
JOSE VIZGAYA Jr.
Faífurrias, 24 de Junio de 1923.
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Tapia, Adrian. Diogenes (McAllen, Tex.), Vol. 2, No. 79, Ed. 1 Saturday, July 7, 1923, newspaper, July 7, 1923; (https://texashistory.unt.edu/ark:/67531/metapth1146262/m1/3/: accessed July 9, 2024), University of North Texas Libraries, The Portal to Texas History, https://texashistory.unt.edu; crediting Museum of South Texas History.