El Regidor. (San Antonio, Tex.), Vol. 3, No. 130, Ed. 1 Saturday, August 15, 1891 Page: 3 of 4
four pages : ill. ; page 24 x 17 in. Digitized from 35 mm. microfilm.View a full description of this newspaper.
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ir
en
sin saber lo que
entró en su habitación:
cerró la puerta, seaoeroó á la
ventana por donde penetraba
un claro rayo de sol, y rasgó
4)1 sobre.
Que impresiones experi-
mentarla en aquel momento
Gilberto, se oomprenderá fá-
cilmente cuando sepamos, que
lo primero que miró fué la
firma, y vió que la firma era
de Julia de Ambrosialet
Dejémonos de comentarios.
Lector mió: ¿eres jóven?
^has amado con frenesí á una
mujer) ¿has recibido alguna
ves una carta de esa mujer
idolatrada!
„ . r V
Si asi es, tú comprenderás
«1 cúmulo de delicias que en
Aquel instante inundó á Gil-
berto; y si no, vanas fueran
mis explicaciones, porque Iob
goces divinos, los profundos
misterios del amor, solo ex
pilcarlos puede el mismo a
mor.
La carta decia asi:
Gilberto: no bien mi alma
se abría á los placeres de un
carillo puro, cuando una fuer
za poderosa le ha cortado el
vuelo.
Mi madre me prohibe amar
á usted; me ha amenazado con
terribles castigos si doy pá-
bulo A semejantes relaciones.
¿Pero, qué fuerza tienen los
castigos? ¿qué fuerza tiene la
voz de la madre, cuando se
agita [el corazon de una mu-
jer?
Al llegar á este punto en
su lectura Gilberto, sonó la
campanilla de la puerta.
Gilberto prosiguió leyendo:
Si los juramentos de amor
que anoche prestó usted no
fueron falsos, si aún ama us-
ted á la que anoche llamaba
usted su Julia, no falte UBted
á la Casa de campo.
Pasado mañana jueves, á
las seis en punto de la ma-
drugada, esperará á usted en
la fuente, bu amante
Julia de Ambrosialet.
Gilberto exhaló un suspiro
de gozo, suspiro inmenso, sím
bolo de la expansión en que
su alma se deshacia.
Inmóvil continuaba nues-
tro jóven oon la carta en la
mano, cuando se abrió la
puerta y se presentó Alejan*
dro.
Gilberto se arrojó á Iob bra-
zos de su amigo, y exclamó:
—Mira esta carta, es de
Jplia.
—N¿Te ha escrito? preguntó
sorprendido Alelandro.
—Me ha escrito, y me ama
con delirio ¡ah, soy felizt
/—Justamente, yo vengo á
hablarte de Julia.
—Lo supongo.
—Sentémonos.
Los dos amigos se sentaron
en dos sillas de aneas, debajo
de la ventana.
Alejandro era quien habia
tocado la campanilla mién-
tras Gilberto leia la carta.
Se dirigió primero á salu-
dar al sefior de Velascó, y des-
pues entró, como hemos visto,
en el pequefio gabinete de
pero Alejandro a-
maflana estaba pálida
ymwfm
jóvenes, enteró 'Alejandro á
Gilberto de todo lo que le hu-
bo ocurrido en el baile con la
señora de Ambrosialet: y Gil-
berto dijo despues de escu-
charlo:
—Piense en buen hora la
madre como quiera; la hija
me ama: esta carta lo asegura.
—No deja dudarlo, contes-
tó Alejandro.
—Yo la amo con frenesí,
prosiguió Gilberto: yo vence-
ré todos los obstáculos y la
poseeré ó abriré yo mismo mi
propia sepultura.
—La poséeras porque te
ama: sabes que soy tu amigo
y que puedes oontar con mi
poyo. . /
-^Gracias; pero mi padre,
que nada de esto sepa.
—Está muy bien.
En tanto que así hablaban
los jóvenes en el gabinete, el
anciano paralítico tendido en
su cama, suspiraba con amar-
gura, porque la manera de
expresarse Gilberto acerca de
la sociedad; la imprevista lle-
gada de Alejandro, y sobre
todo aquella misteriosa carta,
le hicieron comprender, aun-
que de un modo vago, cuanto
habia ocurrido en el baile; y
con el acento del máB profun-
do dolor, murmuraba entre
dientes:
—Hijo mió, hijo mió
¡qué poco uabes lo que eb una
mujer!
CAPITULO IV.
la caba de campo.
Eran las siete de la maña-
na cuando Gilberto entraba
en la Casa de campo: en ese
delicioso verjel, perla de Ma-
drid; único jardín en que la
Naturaleza despliega con li-
bertad bus galas, en que los
árboles ofrecen sin obstáculo
su frondosidad; y por lo tan-
to en que los pájaros cantan
á porfía: único punto de la
Corte en que se escucha el
plañidero murmurar de los
arroyos; en que se recibe el
beso de un céfiro puro, y en
que el alma . volando por la
invisible región de laB ilusio-
nes, crea, se extasía y se con-
mueve, al impulso de las mis-
mas ilusiones.
Cuando Gilberto, dejando
atras la calle Azul, se acercó
á la fuente, vió una multitud
de personas sentadas en la
barbacana que la rodea; y
bien pronto, algo apartado de
aquella multitud descubrió lo
que su oorazon ansiaba; des-
cubrió á Julia sentada en un
poyo de piedra, debajo de un
árbol. .
Pero Julia no era la jóven
que dos noches ántes habia
conocido en el baile de la se-
ñora de Ambrosialet; no era
aquella jóven altiva, versátil
algún tanto, llena de coque-
tiles gracias.
Ni faldas de moire antique
y chaquetas de encaje hacían
su vestido; ni flores corona-
ban bub sienes; ni pulseras de
esmeraldas y brillantes ador-
naban sus brazos, no: Julia
estaba lánguida, pálida, pen-
sativa; y su mirar indeciso-a-
nunciabaque grave disgusto
ó profunda pasión conmovían
su alma; cuyo disgusto ó cu-
ya pasión quizá, tenia absor-
ta bu mente, desvanecido su
espíritu.
Continuará.
tes
Nos lian llegado los niguien
5"f ,♦••7" '4TffQ. * '}'<■' * •'rt. -T* *' >
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Hombres nócios que acusais
A la mujer, sin rasón,
Sin ver que boíb la ooasión
De lo mismo que cúlpala.
Si con ancla sin igual *
Solicitáis bu deedén,
• ¿Porqué quereis que obren bien
Si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia,
Y luego oon gravedad
Decís que fué liviandad
Lo que hizo la diligencia.
Parecer quiero el denuedo
I)e nuestro parecer loco,
Al nifio que pone el coco
Y luego le tiene miedo.
Quereis oon presunción néciá %
Hallar en la que buscáis,
Para pretendida, Thais,
Y en la poseaion, Lucresia.
Qué humor puede Ber más raro
Que el que falto de consejo,
Kl mismo empalia el espejo
Y siente que no esté claro?
Con el fávor y el desdén
Teneis condicion igual,
Quejándoos si os tratan mal,
Burlándoos si os quieren bien.
Opinión ninguna gana,
Pues la que más se recata,
Si no os admite, es ingrata;
Y si os admite, es liviana.
~ -Siempre tan nócios andais.
Que con desigual nivel
A una culpaiB por cruel
V7 á otra por fácil culpáis.
Pues ¿cómo ha de estar templada
lia que vuestro amor pretende.
Si la que es ingrata ofende
Y la que es fácil enfada?
Mas entre el enfado y pena
Que vuestro gusto refiere,
Bien haya la que no os quiere,
Y quejaos en hora buena.
I)ao vuestras amantes (tenas
A sus libertades alas,
Y despues de hacerlas malas
Las uuereis hallar muy buenas.
Cuál mayor culpa ha tenido ;
Kn una pasión errada:
¿ La «pie cae de rogada,
O el que ruega de caído?
O cuál es más de culpar
Aunque cualquiera mal haga.
La que peca por la paga,
O el que paga por pecar?
¿Pues para qué os espantáis
De la cul|ta que teneis?
Queredlas cuhI las hacéis,
ó haced las cual las buscáis.
Dejad de solicitar
Y después con más razón
Acusareis la afición
De la que ok fuere á rogar.
Bien con mucha* armas fundo
Que lidia vuestra arrogancia,
Pues en promena é instancia,
Juntáis diablo, carne y mundo.
Sor Juana lué* de la Cruz.
( La Décima Musa.)
-Juan Jimenez.-
Ofrece al pftblioo en gen eral, que en sumesa
la primera al lado Oriente de la plaaa de la
Le&a, ' * "—
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ehooolate y champurrado
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De la Edad Media, desde el si-
glo Y al final del XIII. Dos to-
mos bien empastados, se enviarán
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De la Edad Moderna, desde 1601
hasta 1789. La enviaremos al re-
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Houston, Galvrston y todos los puntee ásl
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veston con la linea de Vaporas Mallorv
que va á Nueva Yori Sale para BeevUla,
Corpus Ohristi, Bookpon y Alies á las t:
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la Diligencia que va á Rio Grande Cty,
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twpus todosjpuntos y se da toda iaforasa-
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Oral, de
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Cruz, Pablo. El Regidor. (San Antonio, Tex.), Vol. 3, No. 130, Ed. 1 Saturday, August 15, 1891, newspaper, August 15, 1891; San Antonio, Texas. (https://texashistory.unt.edu/ark:/67531/metapth192929/m1/3/: accessed May 1, 2024), University of North Texas Libraries, The Portal to Texas History, https://texashistory.unt.edu; crediting UT San Antonio Libraries Special Collections.