El Regidor. (San Antonio, Tex.), Vol. 2, No. 93, Ed. 1 Saturday, November 8, 1890 Page: 3 of 4
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I por la mañanay
se le está buscando
buscando? pregun
de cámara del
sus aellas. Es un
de cincuenta á cin
do años, moreno; de o
negras y escasas,
i; lleva una le-
as ul abrochada, y en un ojal
de oficial de la Legión
ior. Beta mafiana misma
seguido mis agentes á un
cuyas sellas correspon
con las que acabo de dar;
le perdieron de vista en la
de Coq Heron.
Villefort tuvo que apoyarse en
silla para no caerse: sólo res
un poco cuando oyó decir
el hombre á quien buscaban
íabía escapado de manos de la
Rey dió varias órdenes al
y entre otras, la de que
m inmediatamente al hom
de quien se sospechaba que
mera parte en la muerte del
Quesnel. Volviéndose
después á Villefort, le d:6 las
gracias por su comportamiento,
se quitó del pecho la placa de o
ficial de la Legión de Honor y se
la entregó para recompensarle,
mandando al conde Blacas que
le estendiese el diploma. Y des
pués de aparentar una tranqpili
dad que no tenía:
—Supongo, dijo al jóven, que
¿abréis venido á París á casa de
•vuestro padre.
—No, sefior, contestó el abo-
-gado. I
-No me extraña, añadió el
Monarca, porque ya sé que en
•cuanto al modo de pensar no es
tais conforme con vuestro padre.
Descansad un momento y partid
inmediatamente á Marsella, don*
de podéis serme muy útil.
Villefort se despidió del Bey,
encaminándose en seguida al ho
tel donde se había detenido al
llegar á París. Pidió el almuerso,
y antes de ponerse A almorzar le
de asombro oir desde su
cuarto que en la antesala pregun
iban por él.
£1 criado entró á anunciarle la
risita de un desconocido; pero
por las sellas comprendió Ville
fortque era su padre.
Apenas entró en la estancia se
dieron un abraso y mandaron al
que se fuera. Temeroso el
deque el criado oyese,
á la puerta, salió y le vió,
efecto, alejarse, cerró con el
cuidado, y una ves solos
i é hijo hablaron sin reserva.
demostró á su padre
estaba enterado de cuanto
en París, y no le ocultó
que le inspiraba su
k Noirtier muy teme-
'r, antes por el
así se lo mani-
Tú me indicas que me
salvado la vida: no tengas cu
do, como pronto triunfaremos, yo
te protegeré luego.
La situación era penosa par
Villefort, y no ocultó al autor de
sus dias que en aquellos momen-
tos la policía, enterada de las se-
llas del hombre que había ido á
visitar al general Quesnel,le bus-
caba y daría con él, en cuyo caso
su muerte era segura
✓—En cuanto á Quesnel, dijo
Noirtier, bien muerto está. Pa
saba por ser amigo nuestro, le in
vitamos á nuestras reuniones de
la calle de Saint Jacques, y el
muy taimado asistió y oyó la re-
lación de los proyectos de nues-
tro Emperador. Sólo después de
haberlo oído manifestó algunos
escrúpulos, declarando que era
realista. Nosotros le dejamos
marchar... .Bien muerto está,
repito.
Pero la policía sabe perfecta-
mente vuestras sellas,dijo el hijo,
y os busca.
—4Mis sellas?
✓—Las del hombre que se pre-
sentó del general Quesnel la ma-
fiana del dia de su desaparición.
—IY qué sellas son esas?
—Tes morena, cabellos y oj< s
negros, patillas entrecanas, levita
azul abotonada hasta el cuello,
una condecoracion de la Legión
de Honor, sombrero de alas an-
chas y bastón de caña de indias.
—IY si sabe todo eso, cómo no
se ha apoderado de ese hombre ?
-^Porque al seguirle le perdió
de vista en la calle de Coq Heron.
—Teméis una policía muy torpe.
—No tanto que no dé al fin
con ese hombre.
—Por fortuna no estoy tan tor-
pe como ella, y vas á ver cómo
mudo de rostro y traje.
Al acabar de decir esto se qui-
tó la levita y corbata, se quitó las
patillas, se cambió el peinado, sa-
có de la maleta de Villefort una
*>
levita de color castalia, se la pu-
so, se apoderó del sombrero de
su hijo que tenía el ala abarqui-
llada, y volviéndose á él:
—Vamos, exclamó, | crees que
me reconocerá ahora la policía?
No, padre, contestó el jóven
abogado.
Pues esconde esas prendas
que te dejo: y si vuelves á ver al
Rey, que no lo creo oportuno, di
le que todo cuanto haga para li
brame del gran Napoleón es inú
til. Esto le probará tu perspica
cia;y si, andando el tiempo, vuel
ve otra ve* al trono de sus ma
yores, te premiará. De todos mo
dos, torna á Marsella y vive allí
tranquilo, que yo procuraré sos
tenerte en tu puesto.
Noirtier se despidió de su hijo,
y éste, profundamente conmoví
do y temeroso, se acercó al bal-
cón para ver salir á su padre.
Dos ó tres hombres de mala ca-
tadura observaban en la calle; el
anciano pasó á su lado sin llamar
la atención. Inmediatamente re-
cogió todas las prendas que había,
dejado en su cuarto, las guardó
en su maleta, y en 1# misma silla
de postas que le había conducido
á París tornó á Marsella, lleno de
de perder la posicion que
ue descu
que
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6 8. CALLE LARBDO.
w
Lo siguiente pertenece
tro ilustrado colega El
de Mlxieo:
Ya habrán tenido n
toras ocasion de
la noble persistencia del
miento patrio eifel
nuestros compatriotas
del país si, como creemos,
enterado de las entusiastss
conque las coloniasmexi
sidentes en el extranjero
lebrado nuestra índe
cional. De esas fiestas
blicado oportunamente
pormenorizadas poseídos
creencia de que nada hay que
te tan á las claras la índole de
individuo que vive lejos de
país, como su carácter cívico,
cir, sus sentimientos ¡ atrios.
Año tras año los periódicos
Norte nos traen reseñas muy
plicadas de regocijados festi
veladas con que los anivei
de nuestras jornadas heróicas
solemnizados en la vecina
blica por mexicanos d
y no sólo en Washington, resid
cia de nuestros representantes
fíciales, no nada más en N
Yorkjcentro mercantil de n
tros capitalistas y banqueros,
to de reunión de "nuestros
ros ricos, sino en todo el Sur,
mismo en Arisona que en T<
y en la Luissiana^; en Occiden
ya en Oregón, ya en Calif.
donde alientan pechos dispu
á sacrificarse por las glorias
nuestra patria, mexicanos de
cedencia y de sentimientos,
dos como inmuebles si
extranjero cuando vientos
lucionarios azotaban in
mente nuestro país; co, m
son aquellos de nuestros
triotas que han ido á los
Unido* en són de trai
mercantiles de donde no h
vuelto y acaso no vuelvan im
amarrados como están pro
mente en diversas ciudades
los lazos de flores de la
pero desde allí aman á la
desde allí la honran y se en
á la alegría en los diaa de
dación de sus gloriosaa e¡
Los colonos mexicanos en
ropa, con ser mucho menos
mércaos que los de la
del Norte, bastan á formar
tabilísimo grupo que, aun
paren temen te vi"e
nuestros intereses políticos,
sabemos cuanto debemos
de él á la hora de un
cional.
Todos y cada uno de
viduos que forman las
coloniss mexicanas fuera
sigan, como hasta aquí,
se con el apretado nudo
timiento de la tierra
en lo sucesivo sepamos
Africa y en Asia y en
mundo hay mexicanos
enorgullecen por su
como los que forman
bles Sociedades de
y la mayor parte de
del Norte.
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Pablo Cruz Y Cia. El Regidor. (San Antonio, Tex.), Vol. 2, No. 93, Ed. 1 Saturday, November 8, 1890, newspaper, November 8, 1890; San Antonio, Texas. (https://texashistory.unt.edu/ark:/67531/metapth192897/m1/3/: accessed April 26, 2024), University of North Texas Libraries, The Portal to Texas History, https://texashistory.unt.edu; crediting UT San Antonio Libraries Special Collections.